Un sitio para escribir no es más que eso, un lugar. Los psicoescritores escriben aquello que se les ocurre. Sin censura alguna. Cualquier parecido con la realidad es tan solo pura coincidencia. La creatividad se estimula, no se prohíbe.

21.6.13

Amicus sine amicitia

¿Qué es la amistad? Hay definiciones y argumentos que determinan similares conceptos. Todos, dentro de lo humano, se basan en dos o más individuos que establecen una relación y todos, de un modo y otro, expresan un intercambio de intereses. Ambas partes dejan de ser amigos o no llegan a serlo cuando los intereses cambian aunque creamos que siguen siendo los mismos.

Había quedado con Esteban, un antiguo amigo. Para mí el que había cambiado de intereses era él. Allá por el 2009 me lo encontré en la calle después de años sin saber nada de él. 

Esteban había tenido una vida favorable: estudios académicos, carné de conducir con dieciocho años, coche Full Equip e incluso la entrada para un piso, todo ello pagado por sus exquisitos padres. Además de todos esos privilegios la vida le había sonreído otorgándole una preciosa chica que más tarde fue modelo de peluquería. Esteban no existió hasta que su novia dejó de serlo. Fue entonces cuando me llamó.

En aquel encuentro en 2009 cometí dos errores: el primero fue decir aquello de "a ver cuando nos vemos", el segundo fue darle mi número de móvil.

Me anunció su interés por tomar una cerveza y que tenía ganas de saber cómo me iba. A mí me pilló en un mal momento, pues estaba en el paro, sin nada de lo que alardear y solo. Fuimos a un bar ruidoso y sucio. Lo elegí yo sabiendo que él era demasiado delicado para soportarlo.

Empezó preguntándome sobre mi vida. La típica estrategia social de "que hable el otro, después hablaré yo, que es lo que necesito". Sin embargo no me percaté de ello y le expliqué brevemente mi trayectoria. Nada que importe demasiado: estaba en el paro, sin nada de lo que alardear y solo. Entonces le devolví la pregunta: "¿y tú qué tal?". Y empezó a hablar. Y, joder, cómo hablaba.

Esteban no fue un compañero de clase, tampoco fue conmigo a las colonias o al equipo de rugby. Era un vecino con el que entablé amistad por coincidir a menudo en la calle. Y jamás había hablado tanto con él como aquel día.

Me contó que estaba también en el paro. Su empresa, dedicada a la malversación, había cerrado debido a la fuerte competencia. Dirigía una gestoría. Una de aquellas que administran fincas y servicios relacionados. Me habló de sus penurias, pues todo el dinero que había obtenido lo había gastado en su novia, su ex novia. Debía de ser una de aquellas busconas. "Bueno, tío...tienes tu casa y tu familia, que es un bien muy preciado", traté de consolarlo. Agachó la cabeza. Su padre estaba embargado por ciertas irregularidades fiscales y andaba de juicios. "Oye, tío...a mí, siendo un pobre de mierda, me salió a pagar mil doscientos euros y los pagué. Si tu familia, que le sobra la pasta, evade impuestos...es lo que hay", me enfadé. Continuó hablándome...no tenía propiedades porque todas eran de su padre. Entonces me habló de Beatriz, su pareja, su ex pareja: "Un día salí a tomar algo con un amigo y nos fuimos a una cafetería. Él salió un momento para atender una llamada de trabajo y yo me quedé con el café pensando en mis cosas. De repente al tío de al lado le sonó el móvil y empezó a hablar", se dispuso a explicarme la conversación del tío aquel: "¿Qué hay? Dime, guapa. No lo sé. Vaya...¿sí? Pues llama a tu novio y le dices que prefieres estar conmigo...Ja Ja Ja. Déjale. Bueno...¿lo vas a llamar ahora? Ah, pues llámame cuando hayas hablado con él". Entonces sonó el móvil de Esteban. Era su novia y quería dejarlo. Así, por teléfono. Tal y como colgó sonó de nuevo el móvil del tío aquel. "Fue una pesadilla", afirmó.

En cualquier caso yo creí haber vuelto a establecer aquella pobre amistad con Esteban y siendo más adultos podríamos conversar sobre algo más interesante que de coches de Majorette o de cartas de Magic. Pero para él yo no era más que alguien ajeno y lejano para contar sus cosas sin tapujos, desahogarse y volver a su vida.

A los pocos días lo llamé para preguntar cómo estaba. No cogió el móvil. Insistí un par de veces más durante los dos días siguientes sin éxito. Entonces vi su perfil de Facebook. Había conocido a otra chica y ya no me necesitaba para huir de sus problemas. Esteban era un capullo.

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