Un sitio para escribir no es más que eso, un lugar. Los psicoescritores escriben aquello que se les ocurre. Sin censura alguna. Cualquier parecido con la realidad es tan solo pura coincidencia. La creatividad se estimula, no se prohíbe.

22.7.13

Jack

Varios litros de cerveza más tarde recapacité. Pensé en una segunda opinión. Jack se estaba sirviendo una lata de Collins más. "¿Otra, Jack?", "Claro, ¿Por qué no?". Mi vaso ya estaba lleno de cerveza.

Juntos, aquella noche, habíamos visto algo de la filmografía de Jim Carrey. Desde Ace Ventura y terminando en El número 23. Sí, nos saltamos más de una. Bebíamos, reíamos y fumábamos. "Líatelo con una sola mano", sonreía Jack. Él siempre había estado a mi lado. Me amaba. Y yo a él. También le odiaba, en secreto. Y seguramente él a mí. 

Al día siguiente, justo al amanecer, Jack ya no estaba. Y yo extrañaba, y a la vez lamentaba, su ímpetu y su determinación. Cada mañana lo maldecía. Eso sí, en secreto. Mientras me cepillaba los dientes miraba en mi interior, a través de mis pupilas, tratando de hallar salida a aquel laberinto en el que Jack me había metido. Pero un ligero mareo me hacía volver al exterior demostrándome a mí mismo que Jack no era el culpable. Él solamente me otorgaba los mejores momentos, las mejores sensaciones y me dejaba disfrutarlas. Jack no tenía hogar, tampoco familia. Era una presencia ocasional. 

Esa misma tarde, mientras luchaba con un dolor de cabeza persistente, Jack apareció. No dijo nada pero su mirada cómplice y su sonrisa me pedían una cerveza. "Brindemos por nosotros, Jack", brindamos. Solamente había un vaso. Era suficiente para ambos. Eran las 18:35 cuando aquel bastardo del bufete de abogados llamó: "Señor Hidalgo, lamento informarle que su póliza no cubre ese tipo de delitos. Sin embargo le proporcionaremos un asesor que le ayudará en los trámites para obtener la defensa jurídica que sea necesaria", hijos de puta. Mis problemas no eran asunto de nadie. Ni siquiera de mi bufete de abogados. Jack alzó el vaso, "Que les den por el culo a todos", y bebió. Me hundí en el sofá buscando el confort que éste debía proporcionarme. No lo encontré. Volví a beber. "Véngate de todos. Róbales. Fóllatelos. Asesínalos", me sugirió Jack. 

"¿Cuál crees que es la peor película que podría ver ahora mismo?", le pregunté. "No lo sé...¿una de Kubrick?". Ante la duda cogí las llaves, la cartera y la cazadora y me fui al bar. Allí cualquier problema sería eclipsado por una pelea de drogadictos o una disputa entre seguidores de distintos equipos de fútbol. Eran las 23:52 cuando miré el reloj analógico del bar. Me dirigí al camarero con serenidad y le pedí una copa de cerveza de barril. Fui específico: "Una copa de Collins". Me senté en aquel incómodo taburete y, agarrando la copa, traté de mantener la compostura mientras seguía con la mirada el culo de aquella mujer que iba y venía. Cansado de mantener el equilibrio en aquel asiento me fui a una mesa. Tal y como me senté me volví a levantar para pedir otra copa: "Otra...y cóbreme". Volví a la mesa. 

Allí estaba Jack. Sentado ante mí girando su copa sobre su eje y mirándome con el ceño fruncido. Juzgándome. "¿Has mirado a esa borracha?", me preguntó. "Sí, tío...tiene un buen culo...", confesé. "Dile algo, es tuya", entonces la miré fijamente. Cualquier fantasía sexual era basura al lado de aquella silueta tambaleante con pantalones desgastados, pechos desordenados y mirada perdida. Ella iba y venía. Transportaba una copa medio llena y caminaba desde un tipo viejo y desaliñado hasta un macarra con aspecto hostil. "Venga, ¿a qué esperas?", me desafió Jack. 

Esperé pacientemente el momento en el que volviera a pasar por mi lado. Entretanto bebí. Al ver que ese momento no llegaba decidí salir a fumar. Bebí un trago más, dejé la copa y advertí al camarero de que iba a fumar. La miré descaradamente y abrí la puerta. Ella se percató y sin que me diese tiempo a reaccionar me siguió. Extraje mi paquete de tabaco de liar Walton Natural Blend y con los dedos tomé la cantidad justa para liar un cigarrillo. Lamí la goma del papel y encendí el extremo del cilindro alquitranado. Aspiré. Jack me miraba exhalando el humo. "Ahí viene", dijo. Ella salió, primero mirándome a mí, luego a su alrededor y finalmente al interior del bar. "¿Tienes fuego?", le di fuego.

Me disponía a hablar con ella cuando el macarra salió con sus ojos llenos de ira. Me intimidó. Agarró a la chica del pelo y la inclinó hacia atrás preguntándole que qué estaba haciendo. "Tío, no te quedes ahí como un gilipollas...", dijo Jack mientras tiraba la colilla. Sin poder evitarlo me metí donde no me llamaban. Jack ya no estaba ahí. No me dio tiempo a odiarle. Tan solo oí cómo se rompía el cristal de la puerta del bar. Luego sirenas. Luego un tipo diciendo que necesitaba puntos. Al día siguiente otra condena. Y Jack había desaparecido. En realidad nunca había estado allí.

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