Un sitio para escribir no es más que eso, un lugar. Los psicoescritores escriben aquello que se les ocurre. Sin censura alguna. Cualquier parecido con la realidad es tan solo pura coincidencia. La creatividad se estimula, no se prohíbe.

1.6.13

El presidente (1): El origen

*Corría por las calles sin pensar a dónde iba. Huía de la policía pero sabía que no me encontrarían. La mochila que llevaba debía pesar unos seis quilos. Sin pensarlo paré un taxi y le hice llevarme dos calles más arriba, una vez allí cogí el metro. Varias paradas bajo tierra después salí para coger mi coche. Conduje durante un par de horas hasta mi población. Entré en mi casa.

Unos tres días antes pasé por una de aquellas crisis que algunos sufrimos de vez en cuando. Me quedé sin Internet en mi casa por alguna razón y, aburrido, encendí la tele. Basura, mierda, repetido, repetido, basura, cotilleo...noticias. Me quedé viendo las noticias un rato. Me enfurecí. Recortes, ajustes, corrupción, malversación, mentiras, manipulaciones mediáticas...cosas de la humanidad. 

No tardé en llamar a un antiguo amigo que siempre estaba metido en chanchullos. "Oye, quiero comprar un par de cosas...estoy hasta la polla", dije, "No, paso de porros y de drogas en general. veámonos". Inmediatamente después cogí el coche y me fui a la ciudad.

Quedamos en un bar de un barrio marginal. Allí estaríamos tranquilos según dijo. Se hacía llamar "El Coca", yo le llamaba por su nombre: Adrián. Años atrás me había explicado que un contacto suyo vendía revólveres y algunas armas de la policía, lo cual en aquel entonces fue interesante pero innecesario. Sin embargo mi estado de ánimo requería negocios con ese contacto. Yo, ídolo de las fuerzas especiales rusas, los Spetsnaz, le pedí un fusil Dragunov con mira telescópica y silenciador. "Coño, ¿la vas a liar?", se rió. "No es asunto tuyo. ¿Puedes conseguírmelo?", le acojoné. 

Tras unas llamadas y unos momentos confusos de espera a solas en el bar volvió. "En un par de días tendrás lo que pides y te regalan algo de munición y una mochila". 

Mientras esperaba hospedado en un hotel de mala muerte allí en aquella gran ciudad elaboré un plan. Compré un grabador de voz digital en una tienda de chinos, adquirí una cortina translúcida blanca de 1,2m x 1,6m en otra tienda de chinos, también obtuve dos sprays acrílicos, uno blanco y otro ocre, en otra tienda de chinos y un extraño vinilo color terracota de 2m  x 2m. Los chinos son la civilización del futuro. 

Llegué al hotel. Me desnudé y abrí el paquete de la grabadora digital de la marca Sumsang. Grabé varios mensajes de aproximadamente diez minutos cada uno, todos similares:

"Sí...oye, espera un momento que voy a mirar aquello que te dije el otro día...a ver...¿Dónde estaba? Ah...Sí, que estuvimos hablando de ello, o a lo mejor no eras tú...pero me he acordado ahora...", y así nueve minutos y cuarenta segundos más, más o menos.

El primer día tras una hora de grabaciones se hizo ameno. Dormí.

El segundo día terminé de asegurar mi plan. Todo estaba listo, tan solo quedaba el fusil. Así que esperé. 

Al día siguiente me llamó Adrián. "Nos vemos en el garaje en media hora", colgó. El garaje era un local en el que solía hacer sus chanchullos. Allí metía motos robadas, paquetes de hachís o cocaína y en este caso, un arma. Le pagué los tres mil quinientos euros que me pidió. "Ya está incluso calibrada según me han dicho", me aseguró. No sabía lo que podría valer, tal vez era una ganga o tal vez un robo. No me importó. 

Un coche de la policía irrumpió en la calle del local con su estridente sirena. Salimos por la puerta de atrás. *

Me fui a la montaña, a un lugar lo suficientemente apartado para poder probar el tiro. Coloqué una lata de cerveza y me alejé unos trescientos metros. Tenía una caja con munición de unas cien balas. practiqué guardando unas veinte para el acto final. Por si acaso. Disparé. "Hostia, se me da mejor de lo que pensaba", me satisfizo. Tras unos cuantos tiros volví a casa. 

En las noticias, aquellos tres días antes, se comunicó que en unos días el presidente del gobierno iba a asistir a algún tipo de meeting a un colegio el cual podría ver desde mi casa tan solo asomándome. Así que sin pretender escuchar decidí cargármelo. Todavía me quedaban un par de días para repasar el plan aunque sabía que acabaría en la cárcel por mucho que me esmerara. En cualquier caso decidí ponérselo difícil. 

Meses atrás algo en mí decidió hacer una trampilla en el suelo del balcón. Me lo curré tanto que no parecía ni existir. La cavidad era de un metro de largo, unos veinte centímetros de ancho y unos diez de profundo. Casualmente era perfecto para mi fusil y sus accesorios. De todos modos lo comprobé.

La fachada del balcón era de un empedrado ocre y blanquecino y el suelo era de baldosa marrón rojiza. Más o menos del color de aquel vinilo. Supuse que en un acontecimiento del presidente habría algún helicóptero. Dadas mis habilidades de pintura utilicé el spray blanco para pintar el cañón del fusil y con un cepillo de dientes imité la textura de la fachada. Me deshice de todo el material utilizado. 

Llegó el día, todo estaba a rebosar de gente y yo estaba listo. Había bajado las persianas para que pareciese que no había nadie dejando un hueco para poder entrar en casa de nuevo. Llamé por Skype a un amigo y entablé una conversación con él. Álex se mostraba tosco y un poco cansado pero le obligué a que me ayudara con un texto que había escrito meses atrás. Cualquier cosa. Cuando llegó el momento le puse la grabación que había seleccionado de entre las siete que hube grabado. La elegida duraba doce minutos y veintitrés segundos. Tiempo de sobra para convertir al presidente en un cuerpo sin vida. 

Salí cautelosamente al balcón con el vinilo encima. Me cercioré del movimiento de los helicópteros. Habían dos. Para mi sorpresa el presidente había venido acompañado por dos de sus ministros: el de educación y la de sanidad y la secretaria general. "Va a ser una escabechina", me dije.

Coloqué la cortina blanca y translúcida sobre el rifle y deslicé el vinilo hacia atrás para poder sacar el cañón entre la rejilla de la barandilla del balcón. Apunté. Apunté al presidente pues era mi principal objetivo. Me tomé unos segundos. Mantuve la respiración y apreté el gatillo.

La casualidad hizo que la ministra de sanidad avanzara unos pasos para saludar o qué se yo...haciendo que ahorrase una bala. el tiro entró en el cráneo del presidente, justo por encima de su oreja izquierda y salió por la oreja derecha introduciéndose por el cuello de la ministra. Rápidamente, en menos de un segundo, apunté a la secretaria general y le acerté en la cara y luego busqué al de educación. 

Lo encontré, disparé y fallé. Decidí dejarlo y plegué el fusil lo más rápido que pude. Me metí en la casa y desde dentro guardé el fusil en la trampilla con la cortina y el vinilo. La munición ya estaba en el agujero. 

Volví al ordenador. Álex estaba tocando su guitarra debido a mis siete minutos de demora buscando una página que no existía. Corté la reproducción del audio, eliminé el fichero y guardé la grabadora en un cajón. Le dije que daba igual, que no lo encontraba. Colgué.

Poco tardó la policía en patear la puerta de mi casa. A penas unos diez minutos mientras yo buscaba pornografía en la red.

Me llevaron esposado al furgón policial unos tipos vestidos de negro con fusiles de asalto negros y con luz y con miras...todo ello muy molón. 

Ingresé en la cárcel. Prisión preventiva para un terrorista. Pero ya no teníamos un presidente estúpido. Yo había revolucionado el país. Ahora los cambios estaban a la vuelta de la esquina.

El presidente (2): Condena

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