Un sitio para escribir no es más que eso, un lugar. Los psicoescritores escriben aquello que se les ocurre. Sin censura alguna. Cualquier parecido con la realidad es tan solo pura coincidencia. La creatividad se estimula, no se prohíbe.

24.10.14

El origen de Jack (Parte 2)

Caminaba hacia el ascensor. Jack se había quedado atrás extrañado. Me detuve ante las metálicas puertas del ascensor y pulsé el botón de llamada. "Ding", sonó a su llegada. Descendí con personal de otras plantas los nueve pisos que me alejaban de la calle mientras buscaba en mi reproductor MiniDisc una canción que me llenara de euforia. en ese momento tenía la clara idea de lo que quería: algo de Yngwie, pero cuando ya iba por la segunda planta apareció Today I wanna die, de los Nx3. Se trataba de una maqueta mal hecha de un grupo de aquellos de garaje. Sublime. Salí del ascensor con una sonrisa indisimulable y me dirigí hacia la calle. Examiné el cielo ya que habían anunciado lluvias y caminé hacia el bar. No recordaba muy bien el camino así que me lo inventé.

Llegué al famoso pub McDrink, dejé mi chaqueta en la silla, pedí una pinta de Guiness y, mientras reposaba, me fui al baño sin quitarme los auriculares. Cuando salí pude contemplar mi espumosa cerveza negra frente a mi silla, con la chaqueta. Me acerqué para disfrutar del primer trago. Retiré la chaqueta y tomé el vaso para recluirme en una cómoda mesa. Coloqué la pinta en el mejor sitio de la mejor mesa del pub y, cuidadosamente, puse la chaqueta sobre la silla de al lado. Me volteé, me senté y tomé la cerveza. Cerré los ojos para potenciar el sentido del sabor y el olfato y sorví un trago. Espectacular. Tras esto me retiré la espuma del bigote con la lengua y levanté la mirada.

Allí, mirándome, estaba Jack. Se tornó hacia el camarero para pedirle un vaso de whisky sin hielo y se volvió a mirarme. cuando el camarero le sirvió se acercó a mi mesa, todo esto sin retirar su mirada de mi, y se sentó conmigo. "Ya decía yo que me sonaba tu cara...", sonrió, "¿qué haces por aquí?", "Bebo cerveza...y hace un rato trabajaba en la oficina para ti".

Jack me invitó a un par de cervezas más y hablamos del pasado. Al parecer lo había pasado mal antes del gran cambio. Me habló de una ex mujer y varias novias...todo fracasos. Pobre Jack. "Así que ser un sociópata es lo único por lo que te despiertas cada mañana...", le dije. Él no era mala persona, para nada. A decir verdad había sido bastante inocuo con todo el mundo, un mundo que lo había tratado como tonto, capullo, imbécil...como quiso, y solamente se puso un caparazón que le permitiría vivir el mismo tiempo pero por encima de los demás, en vez de por debajo. "Me voy a morir igual, haga lo que haga, y ya te digo yo que no habrá un Dios, o un san pedro, que me condene...además se me da bien", explicaba.

Una vez más rememoramos aquellos días en el McDrink bebiendo y charlando, sin embargo esta vez no con Laurent, sino con Jack. Me volvió a invitar a copas, y le invité a copas...no sé cuántas, pero McDrink cerró permitiéndonos terminar en el interior la última. A la cual invitó la casa.

Después de aquello nos animamos a seguir con la fiesta. En esta ocasión él me sugirio un lugar "selecto" que cerraba tarde. Yo accedí con la condición de ir a mi casa a buscar unos puros. "Está bien", sonrió.

Yo vivía en un piso cerca del bar, por lo que en pocos minutos estaríamos listos para seguir la fiesta con unos puros habanos. Era un piso de mierda, un cuarto sin ascensor, con un traficante en el entresuelo, por lo que a menudo había yonquis en la escalera ya fuese durmiendo, vomitando o peleándose; un piso de putas en el primer piso y unas humedades bastante considerables. Pero una vez dentro podía respirar tranquilidad ya que la ventana del salón daba a un cementerio.

Entramos en casa riendo y serví unas copas de bourbon. Extraje un par de habanos del mismo mueblebar del cual había cogido la botella, los corté y le ofrecí uno. Abrí un cajón y tomé el Zippo de plata que antaño fue de mi padre y le encendí su puro, después el mío. Hubo silencio durante un rato.

Jack me miró analizándome y tras una pequeña demora me preguntó que qué hacía yo aquí. "Sobrevivo", respondí. "¿Cómo puedes llamar a esto sobrevivir?", se alteró. "No lo sé. Yo trato de que mi vida vaya por donde yo quiero, pero hace algunos años me di cuenta de que eso es imposible...", "Vamos, otro con esa chorrada del destino...¿en serio?", me interrumpió. "No. No creo en nada. Solamente sobrevivo. Hoy estoy aquí, mañana allí. Trabajo, bebo, duermo...", "Enséñame tus trajes", volvió a interrumpirme. "¿Qué trajes?", "Tío...tienes que tener claro lo que quieres...", "Lo que quiero", interrumpí yo, "...es morir de la mejor manera posible...y no hablo de disparos en la cabeza, ni morir durmiendo, sino de...ya sé que lo ideal es hacer una familia, tener nietos y morir plácidamente después de envejecer durante décadas con la misma mujer...pero al igual que a ti, jamás me ha funcionado y hoy por hoy prefiero dejar que pase el tiempo. Algún día...",  "Algún día ni hostias...nunca serás nadie si te limitas a lo que te ofrecen. ¿Era Platón aquel que decía lo de que si lo quieres debes tomarlo? Pues toma tu vida. Mírate, estás trabajando de aquí para allá, con un jefe, que soy yo, que va a hacer de tu jornada laboral un infierno, viviendo en un estercolero lleno de putas sifilíticas y yonkis", y bla bla bla. La noche se nos fue de las manos. El alcohol y la libre crítica son veneno. Y más cuando ambas personas se conocen.

Me disponía a servirle otra copa. Entretanto él no callaba. Mi vida era una mierda, lo era. Y él me lo estaba haciendo ver de la forma más cruda y dolorosa posible. Debía soportarlo, pues ello me endurecería y me permitiría ser...me permitiría ser...¿como él? Entonces estampé la botella en su cabeza. No quise oirlo, no quise escuchar que mi estúpida vida podía cambiar únicamente transformándome en Jack o actuando el resto de ella preguntándome qué y cómo lo haría él. Los pedazos de cristal desfiguraron su cara y hundieron su cráneo, algunos volaron por el salón y, tras ellos, hilos de sangre que se deformaban en el aire a cámara lenta hata impactar con los muebles, con el suelo, con el techo. El bourbon caía por su cara empapando su camisa azul marino, desinfectando las heridas que la botella le había producido. Acto seguido una fuente de sangre, como si de un volcán en eurpción se tratase, surgía de las heridas más profundas de su cabeza. Con los ojos abiertos, casi fuera de su órbita, me observaba. Pude ver odio y agradecimiento en su mirada al mismo tiempo.

Entonces, con el suelo encharcado de sangre y los muebles, la pared y el techo salpicados y el arma homicida, mi botella de bourbon, en mi mano, me pregunté: "¿Qué haría Jack ahora?"

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