Un sitio para escribir no es más que eso, un lugar. Los psicoescritores escriben aquello que se les ocurre. Sin censura alguna. Cualquier parecido con la realidad es tan solo pura coincidencia. La creatividad se estimula, no se prohíbe.

2.6.13

El presidente (2): Condena

43 años de cárcel por matar a aquellos que no merecían respirar. "Lo pagaré", me dije. Un montón de juicios y falsos testigos...y yo con mi coartada y mi testigo. Duró poco. No tardaron en encontrar el fusil y no sé qué historia en una bala. Una mujer afirmaba haberme visto desde su balcón, al otro lado del colegio. Era imposible pero estaba de parte de un gobierno que manipulaba cualquier cosa, ¿por qué no iban a pagar por un testigo que les favoreciese? Y me fueron cayendo penas y más penas. Me hubiesen caído 72 años de prisión de no ser por mi abogado el cual dijo que la primera bala iba dirigida al presidente, única y exclusivamente. Que el hecho de que entrase en el cuello de la ministra no indicaba intención de dar con ella. Que fue un accidente. Y trató de culpar al servicio de seguridad que allí servía alegando que estaba demasiado expuesto para cualquier intención. No coló.

A los pocos días escribí cartas a los periódicos locales y nacionales. Escribí razonando mi posición:

"Les pido disculpas por todo el daño que yo les haya podido causar. Sin embargo defiendo mi actuación. Le quité la vida a unas personas que habían convertido en un infierno la de miles, la de millones. Le quité la vida a algunos de aquellos que nos manipulan, nos roban y nos engañan. Y todavía tenían una excelente jubilación y protección, entre otras muchas cosas. Se lo merecen. Lo que hice fue correcto. Lo que hice estuvo bien. Contad con ello. contad también con que el próximo presidente que entre se lo pensará dos veces antes de aceptar un sobre, de subirnos los impuestos, de dejar a nuestros ancianos sin pensión...se lo pensará antes de prometer aquello que no tiene intención de cumplir. Pagaré por lo que he hecho. Es el precio. Como el que quiere saciar su sed en un caluroso día de verano y necesita una botella de agua fresca, yo pagaré por haber eliminado un poco de lo que tanto sobra. Pensad en vuestra vida, no en lo que os dicen que penséis. Pensad en lo que realmente deseáis. Vuestros hijos, vuestra familia, vuestra palabra. Pensad en ello y reivindicadlo. Tenéis derecho a exigir y no a ser atracados. Actuad y asumid las consecuencias", Firmé la carta.

No estaba muy satisfecho de haber pedido disculpas pero ya había sido enviada a tres de los diecinueve diarios que tenía en mente.

De aquellos diecinueve diarios tan solo seis publicaron mi carta. Uno de ellos como anónima y dos de ellos en portada. Algunos ciudadanos me acusaron de terrorista enfermo. Que el que debía morir era yo. Otros muchos, a los pocos días, se congregaron a los alrededores del recinto penitenciario para exigir mi libertad. La libertad de alguien que había roto la armonía de la corrupción. 

Al poco tiempo pude empezar a recibir visitas. No esperaba a nadie pues no tengo demasiada familia y la que tengo no me aprecia. Empero descubrí, para mi sorpresa, que tenía un club de fans. Vinieron unos tíos, se presentaron y me pidieron permiso para seguir con mi empresa. "Queremos terminar lo que empezaste", afirmaron, "Asumiremos las consecuencias, acabaremos en la cárcel, moriremos...pero limpiaremos el mundo empezando por nuestro país". Anoté sus nombres y apellidos y les hice un par de preguntas personales a cada uno. Cosas como por ejemplo: Nombre de la madre, dónde se sacó la ESO, dónde estuvo el último sábado...Y los despedí.

La cárcel es una puta mierda. No es un lugar agradable. Sin embargo tenemos un techo, libros, la posibilidad de estudiar (yo empecé a estudiar derecho) y acceso a Internet. En prisión hice algunas amistades y aproveche´una de ellas para obtener un punzón. Nada excesivamente peligroso: un palo de madera con un alfiler que sobresalía unos dos milímetros. Justo como lo pedí. Me documenté sobre los individuos que habían venido a "terminar con lo que empecé". Todos salvo uno coincidían, además tenían huella en redes sociales, acontecimientos e incluso oposiciones para conserje. En cambio aquel ser que no coincidía me daba mal rollo. Su nombre no existía y en el boletín de su colegio no aparecía, pero sí un niño con un rostro similar. Busqué información sobre aquel niño.

En la siguiente visita volvieron. Sería entonces cuando hablaríamos de acontecimientos futuros. Tras un rato de charla tomé la mano de uno de ellos. Palma arriba. Se llamaba Juan Rodríguez, su madre se llamaba Josefa y había estudiado interpretación. Yo tomé el punzón y afirmé: "Te llamas Juan. Juan Rodríguez", callé. Lo miré fijamente. Esperé unos segundos. "Te llamas Iván", le pinché violentamente en la palma de la mano. "Tu madre es Carmen", le pinché de nuevo. "Juana", volví a pincharle. Y así, frenéticamente durante un par de falsas afirmaciones más. "Te llamas Juan", repetí. Se llamaba Juan.

A continuación tomé la mano de José, el que no existía. Procedí con la misma técnica. Sin embargo empecé con falsas afirmaciones. "Eres rubio", le pinché, pues era moreno. "Eres rubio", volví a darle. "Eres un gato", lo torturé durante unos segundos. "Te llamas José", se delató intentando quitar la mano. El falso José se llamaba Albert, según el seguimiento del niño aquel. Albert había opositado para policía desapareciendo dentro de las filas, sospecho que sería un agente encubierto. Se marchó. 

Hablé con aquellos tres tíos que quedaban. Les dije que fuesen con cuidado y que obtuviesen las armas y demás mediante el uso de personas de confianza pero sin involucrarse y aprovechando amistades y contactos. El gobierno estaba acojonado. Varios políticos habían dimitido. Algunos incluso habían renunciado a su pensión vitalicia y habían huido del país. Era fantástico.

Al poco tiempo empezaron a verse más movimientos. La gente me quería fuera de la cárcel, algunos. Otros me deseaban muerto. Habían intentado reunir firmas para legalizar la pena de muerte y acabar así conmigo. Eso era bueno, me querían eliminar porque mi acción les había dejado sin posibilidades. Casualmente los que querían todo esto eran los políticos, sus seguidores y sus familiares. Me encantaba. Incluso firmé a favor de la pena de muerte. Estaba seguro de que no sería suficiente. Se revocó la petición. ¡Ja!

El presidente (3): Campaña

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